RELIGIÓN
  La Cosmogonía y la Enéada Heliopolitana  
 

8.- La Leyenda de Heliópolis

Dada la inexistencia de un texto continuado donde, de una forma ordenada, se nos narre la leyenda heliopolitana, vamos a hacer una abstracción en el tiempo e intentar agrupar las diversas versiones que de él existen, dándole una coherencia y una consecución lo más completa y homogénea posible

En los "Años Oscuros" el mundo no existía, la muerte no había sido creada y el cielo, la tierra, los dioses, los hombres, y los animales aún no habían nacido. Todo se hallaba confundido en un caos amorfo y oscuro, sumido por un océano caótico donde se encontraba el potencial de vida pero sin tener consciencia de su existencia. Solamente Atum estaba diluido en él con su fuerza creadora. En un momento determinado y sin qué sepamos que lo desencadena, la mitología nos cuenta: Atum estaba diluido en el Nun donde se encontraba solo. Tornando consciencia de sí mismo gritó ¡Ven a mí! Apareciendo Ra. Emergió una colina primordial situada en un lugar llamado "La Tierra Alta" y ubicada en el templo del Sol. Es en este emplazamiento donde aparece, por tanto, el primer trozo de materia sólida, de forma piramidal (denominada "Benben")(1) cuyo culto fue llevado a cabo en un misterioso lugar que los textos nominan como "Hut-Benben", (La casa del Benben). Aquí se "guardaba" la primera plasmación de la simiente del dios Atum petrificada en el océano primordial, símbolo de "El Primer Lugar", eje del mundo, elemento con el que comienza a establecerse el orden y la inteligencia para crear a los dioses y disipar las tinieblas. Su culto pudo estar condicionado por su posible origen meteórico, algo suficientemente "mágico" como para que fuera considerado un elemento divino y primordial.

Atum cuyos títulos demuestran su autosuficiencia ("El que se creó a sí mismo" o " El gran Él y Ella") al tomar conocimiento de su existencia puso en marcha la creación que, dependiendo de los textos, varía en su forma. Por tanto, en las diversas versiones locales encontramos el acto creativo simbolizado mediante: la masturbación, uniéndose a su misma sombra, autoinseminándose, nombrando las partes de su cuerpo que adquieren la forma de dioses separados, vomitando, escupiendo o estornudando(2). Así intervienen partes de su cuerpo que se interpretan como entidades femeninas, como es el caso de su boca o su mano.

Atum se diversifica y crea al primer principio femenino y masculino respectivamente, originando en definitiva una primera pareja (símbolos de creación y generación) formada por el aire Shu, el movimiento espontáneo, y su esposa Tefnut, la humedad, antepasados de todos los dioses. Ellos a su vez se unen para dar vida a Nut, la bóveda celeste y Geb, su esposo, personificación de la tierra.

La variedad de mitos y el intercambio de personalidades dio pie a que en otros textos estos primeros dioses emergieran del océano Nun, en lugar de ser creados sobre la colina, considerándolos protectores de su padre Atum.

Ocurrió Imagen 8-1entonces que Ra (o Shu, según la versión del mito) celoso, había prohibido a su hija Nut que se casara con Geb y habiendo desobedecido ésta, ordenó a los meses del año que no la dejaran parir y mandó al aire Shu que los separara bruscamente para que no pudieran estar unidos (imagen 8.1). De este modo, Geb relegado a permanecer tumbado en el suelo, Nut obligada a arquearse sobre la tierra y Shu , situado entre ambos, provocan la aparición del espacio necesario para la existencia de los seres vivientes, y la luz. Según nos relata Plutarco en su tratado "De Iside et Osiride"(3), el dios Thot intercediendo por ellos retó a la Luna y obtuvo los cinco días epagómenos, necesarios para que no hubiese un desfase en su calendario, en los que pudo la diosa dar a luz a sus dos pares de gemelos que nacieron sucesivamente, Osiris que casó con Isis, de cuya unión nació Horus el Joven, ascendente directo del rey, y Seth que lo hizo con Neftis, ambos estériles.

No obstante, necesitaban una divinidad más, unida al mito para cumplir los cinco días epagómenos, como se indica en el cuadro adjunto.

VARIANTE DEL MITO PARA LEGITIMAR LOS DÍAS EPAGÓMENOS

Para ello, a este grupo se le añadió "Horus el Viejo", el vengador de Osiris, que completó el ciclo y que era fruto de las relaciones que habían mantenido el dios Osiris y la diosa Isis cuando aún permanecían en el seno materno de Nut. Consecuentemente, también Horus el Viejo había sido engendrado en su interior, siendo por tanto y a la vez, hijo de Nut y de lsis y hermano de la pareja osiriana. Es en este punto donde obtenemos el mecanismo para incluir al dios Horus en el mito osiríaco, creando una dinastía que hace factible la justificación para ambos dioses Horus, originando un nexo de unión entre el mito cósmico, el monárquico y la teologización del soberano, que gráficamente puede ser representado del modo siguiente:

 

Esta última generación de hermanos, sin asociaciones cósmicas, que cierran la cosmogonía heliopolitana simbolizan a los seres humanos y divinos. Como hemos visto en el esquema adjunto, el orden de nacimiento de estas deidades fue el siguiente: Osiris, el primogénito de Nut, nació en el primer día, al que siguió "Horus el Viejo" en el día segundo, Seth en el tercero, Isis en el cuarto, y Neftis en el quinto. Observamos por tanto que en esta variante del mito a las dos parejas de gemelos se les habría añadido un elemento adicional.

Geb y Nut se vieron relegados a vivir eternamente separados, pero los esfuerzos fallidos del dios tierra por alcanzar a su hermana y esposa no dejaron de cesar, provocando con su movimiento los seismos y los accidentes geográficos, es decir, las colinas, las montañas y los valles, los cuáles son los huesos del dios.

De nuevo, creo oportuno acudir a los gráficos para resumir la representación del mito de forma más esclarecedora:

 

 
Según este esquema tendríamos dos grupos claramente diferenciados: Nun, Atum-Ra, Shu, Tefnut, Nut y Geb son elementos del mito cósmico, mientras que Osiris, Isis, Seth y Neftis forman parte del mito de monarquía(4). Horus es el punto donde se produce la teologización del faraón.

Aún teniendo presente que la enéada estricta está formada por: Atum-Ra, Shu, Tefnut, Nut, Geb, Osiris, Isis, Seth y Neftis y que toda ella personifica el concepto de Maat, en la enéada debemos distinguir tres principios que forman la creación en sí misma y que están personificados por:
 

1.- PRINCIPIO CREATIVO = Vida Cósmica = Atum-Ra, Shu, Tefnut.
2.- COSMOS ORDENADO = Vida de la naturaleza = Geb y Nut.
3.- ORDEN POLÍTICO = Vida del hombre = Osiris, Isis, Seth, Neftis (y Horus).

Como podemos observar, esta teoría del origen del mundo no utiliza a dioses locales a los que se les podía dar una localización concreta, sino que emplea elementos mucho más intangibles pero absolutamente necesarios para la existencia. La idea se mantiene sólo hasta el nacimiento de los dos pares de gemelos hijos de Geb y de Nut, divinidades mucho más tangibles, que constituyen el concepto de antepasados directos del rey. Esto queda plasmado de forma muy clara en los monumentos erigidos en Egipto, donde los primeros componentes de la Gran Enéada, los dioses cósmicos protagonistas de las dos primeras generaciones, jamás son poseedores de templos de culto, de fiestas locales o estatales, mientras que la última generación de divinidades de la Enéada, que forman el mito monárquico, (Osiris, lsis, Seth y Neftis), celebraban sus festividades en los días epagómenos y sus templos se extendían por el país. No obstante, los dioses Geb y Nut aparecen representados en tumbas, templos, textos etc., siendo esta diferenciación patente en todos los aspectos de la religión.


1.- Sobre este y otros símbolos egipcios consultar: Castel, E.: Egipto, signos y símbolos de lo sagrado. Madrid 1999.
2.- Sobre las vinculaciones eróticas de la Enéada ver Araújo, Manuel.: Estudos sobre erotismo no antigo Egipto. Lisboa  1995.
3.- Sobre esta cuestión ver Plutarco, De Iside et Osiride.  Existe una edición traducida y comentada a inglés por Griffiths, J. G. Cardiff, 1970.
4.- Sobre este tema es imprescindible consultar Arieh Tobin, Vicent.: Theological principles of Egyptian Religion. New York 1989, pág 46-53, 57-6489-92, 113-122, 195-215, sobre cuyas bases se ha fundamentado este trabajo.

Elisa Castel

 

 

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